El pasado 15 de febrero ha comenzado la puesta en frío de la planta de Gas Natural Licuado (GNL) de Gorgon en Australia.  Se trata de la mayor inversión en una infraestructura gasista de la historia y uno de los mayores proyectos industriales de la última década, con un coste estimado de 54 mil millones de dólares. Quizá sea el último gran proyecto que acometa la industria de Oil&Gas en los próximos años, pues algo está cambiando.

El GNL ha venido incrementando de forma constante su relevancia como fuente de suministro de gas natural. Es la fuente que, junto con las renovables, más rápido ha crecido, con una tasa media anual del 6,2%, desde el año 2000. Hoy, el GNL representa alrededor del 33% del comercio mundial de gas, contribuyendo a una cada vez mayor interconectividad del mismo, con el número de países importadores pasando de 15 a 34 y con los exportadores de 13 a 17, en los últimos 10 años.

Cambios en el mercado del gas

La irrupción en los últimos años de la producción no convencional de gas (shale gas, tight gas y coalbed methane), que ya representa cerca del 20% del total y se espera que supere el 60% de la producción incremental hasta 2040, es lo que ha impulsado el significativo incremento de nueva capacidad de licuefacción, principalmente en Australia y Norte América. Teniendo en cuenta las nuevas terminales que han entrado en operación en 2015 y las que actualmente están en construcción, se estima que entre 2016-2020 se incrementará la capacidad mundial de licuefacción en un 45%.

Esta abundancia y creciente competencia en el suministro de GNL está transformado las dinámicas en el mercado, caracterizándose actualmente como un ‘mercado de compradores’ en el que los consumidores gasistas gozan de un grado de opcionalidad y liquidez a corto plazo inédito hasta la fecha. La posibilidad que ofrece el GNL de transportar gas de forma cada vez más económica a larga distancia está permitiendo la progresiva integración de los mercados gasistas hacia un mercado global, más eficiente y diversificado.  A su vez, la amplitud de las reservas y diferente estructura de costes de la producción de gas no convencional vinculada a la nueva capacidad de licuefacción, más apalancada en costes variables (“producción en función de la demanda”), introduce una gran flexibilidad y capacidad de respuesta en la curva de oferta.  Por último, pero no menos importante, los bajos precios del gas mejoran su competitividad relativa en un entorno de creciente competencia entre las distintas fuentes de suministro, y favorecen, por su menor coste, la implantación de políticas ambientales que permitan el desplazamiento de los combustibles fósiles intensivos en carbono y otros contaminantes.

Este nuevo entorno ofrece a futuro unas bases robustas para un  consumo seguro, limpio y flexible de gas natural.  Por su parte, la industria gasista se está adaptando a un entorno de mercado cada vez más competitivo, minimizando el coste del suministro y facilitando el acceso y desarrollo de nuevos mercados mediante soluciones tecnológicas más flexibles e infraestructuras modulares y escalables (p.ej. plantas flotantes FSRU/FSU y small scale), menos intensivas en capital.

Así, la Comisión Europea acaba de publicar el 16 de febrero una `Estrategia de GNL y almacenamiento para Europa´, dentro del nuevo paquete de seguridad energética y en desarrollo de su estrategia para la `Unión Energética´, que le permita aprovechar las oportunidades que ofrece la abundancia global de GNL y reforzar así la competitividad y seguridad de su suministro.  Para ello los esfuerzos de la Comisión Europea se centran en completar las infraestructuras gasistas, tanto de importación como de integración/interconexión de mercados, necesarias para que los flujos de gas puedan fluir libremente entre Estados Miembros.

Ahora bien, hasta la fecha no se han materializado plenamente las oportunidades para un mayor papel del gas en el mix energético, debido principalmente a que todavía los precios del carbón y petróleo, responsables del 80% de las emisiones de GEI en el sector energético, con los que compite el gas, están en niveles mínimos pues no internalizan plenamente los costes medioambientales de estos combustibles.

Si bien el Acuerdo de Paris en el marco de la COP21 supone un hito histórico en la lucha contra el cambio climático, que sienta las bases para una acción coordinada global, el mismo no introduce una señal de precio de CO2 relevante.  La consecución de los objetivos de reducción de emisiones a un coste razonable pasa por crear un level playing field en el mercado, que permita poner en valor las ventajas medioambientales del gas natural frente al resto de combustibles fósiles.  Esta es todavía una asignatura pendiente de los gobiernos, sin cuya actuación los economics no terminan de funcionar por sí solos.

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Enagás, con más de 40 años de experiencia en el sector del GNL y líder mundial por número de terminales de regasificación, está comprometida con el desarrollo y operación eficiente de las infraestructuras que requiere un suministro energético limpio, seguro, eficiente y competitivo.