La entrada del nuevo año nos invita a mirar hacia el futuro y a hacer balance de lo dejado atrás. Intentamos hacer un análisis realista para cotejar que efectivamente se han cumplido, o incluso superado, los objetivos marcados para el ejercicio.
El sector del gas en España ha vivido un buen año en términos de demanda. Aunque veníamos de dos ejercicios consecutivos de crecimiento después del periodo de crisis, la previsión inicial era de un incremento de la demanda de alrededor del 3,5%.
Vivimos en un momento de cambio derivado de la transición energética hacia un sistema energético liderado por las renovables, y en este camino se está viendo que el gas natural tiene un peso cada vez más relevante por sus ventajas económicas, medioambientales, de eficiencia, versatilidad y de alta aportación energética respecto a otras alternativas de energía tradicionales como el carbón o el petróleo.
Muestra de ello es que, en un año más caluroso de lo habitual, el 2017 terminó con un incremento de la demanda total de gas natural en España del 9% respecto a las cifras de 2016, hasta alcanzar los 351 TWh.
Este es un dato importante que refleja el incremento de la actividad industrial en el país. La demanda industrial de gas natural (que supone un 60% del total) ha crecido un 7% respecto al año anterior, con la metalurgia y la construcción tirando del carro con los mayores incrementos.
Si España trabaja para alcanzar una recuperación económica sólida, de largo plazo, sostenible y consistente, el papel de la industria será clave. Este dato es un buen indicador de que vamos por el buen camino.
Otro dato relevante es que la demanda de gas natural para generación de electricidad ha crecido un 27%, lo que se confirma su disponibilidad y eficiencia dentro del mix energético. Si hay un aspecto que marcará el futuro de la energía del siglo XXI será la certidumbre en el suministro. El gas natural ha vuelto a demostrar en 2017 que es imbatible en este ámbito.
Esta confianza en el gas natural se debe en buena parte a su respuesta en los momentos más complicados. En los primeros días de enero de 2017, vivimos en nuestro país lo que podría haber sido una “tormenta perfecta” desde el punto de vista energético: temperaturas muy bajas, generación eólica e hidráulica muy reducida por las condiciones climatológicas (sin lluvia ni viento) e incluso una central nuclear parada. Gracias al gas natural, no hubo desabastecimiento energético alguno. El mejor termómetro de la situación es que los ciudadanos no notaron absolutamente nada. La energía llegó a sus casas e industrias con la normalidad habitual.
Esto demuestra que, además de las ventajas económicas, medioambientales y de eficiencia energética mencionadas, el gas natural aporta también tranquilidad en los cimientos sobre los que se asienta un sistema energético muy sólido y del que debemos sentirnos orgullosos. Si además trabajamos por una mayor interconexión gasista en Europa, haremos posible unos precios más competitivos.