- El 70% de los hombres españoles de 20 a 64 años tiene un empleo; entre las mujeres, esta cifra baja al 59%: la brecha de género laboral es de 11 puntos.
- Las mujeres españoles trabajan de forma no remunerada (sobre todo en labores domésticas) una media de 25 horas a la semana; los hombres, 12 horas.
- Las mujeres españolas ganan, de media, un 14,9% menos por hora trabajada que los hombres (es lo que Eurostat y la Comisión Europea denominan brecha de género salarial).
- Entre los pensionistas, la diferencia en las prestaciones de las jubiladas y los jubilados españoles es del 33%. Y hay un 22% más de mujeres que de hombres que no tienen derecho a una prestación contributiva (tampoco de viudedad, que sí entran en el cálculo de las prestaciones contributivas).
- Incluso en el Parlamento, a pesar de las listas paritarias, sólo el 38,7% de los diputados y senadores es mujer.
Los anteriores son sólo algunos de los datos incluidos en el informe sobre “Igualdad en la UE 2017” que cada año publica la Comisión Europea. La buena noticia, en lo que respecta a España, es que en casi todas las estadísticas hay una ligera mejoría respecto a las cifras de hace una década. La mala es que aún nos queda muchísimo para cerrar esas brechas y hemos avanzado de forma más lenta de lo previsto.
Este debería ser uno de esos objetivos de país en el que todos trabajásemos juntos. Es una obligación moral, pero también económica. Si queremos competir en la economía del siglo XXI, no podemos desaprovechar, malgastar y maltratar el talento de la mitad de la población. Cuando los políticos, los empresarios y la sociedad en su conjunto hablamos de ganancias de productividad, de innovación, de nuevos enfoques para los nuevos problemas que nos plantea el cambio tecnológico… tenemos que ser conscientes de que esos retos serán mucho más sencillos de superar si somos capaces de aprovechar el potencial de todos nuestros ciudadanos.
A mí este es un tema que me preocupa especialmente. Y creo que no está tan presente en el debate como debiera. ¿Cuántos inventos, nuevos desarrollos, productos innovadores, etc. hemos perdido por esta causa? ¿Cuántas empresas han perdido a excelentes directivas porque se sentían arrinconadas? ¿Cuántas mujeres brillantes no han podido desplegar al máximo sus capacidades en un mercado laboral que en demasiadas ocasiones sienten que es hostil hacia ellas? ¿Cuántos proyectos empresariales interesantes se han quedado por el camino? ¿Cuántas buenas ideas no han dado el fruto posible porque no se han puesto en marcha?
Sí, de eso hablamos cuando analizamos las cifras de brecha laboral-salarial-ocupacional. Detrás de esos números hay situaciones injustas y personas que no han recibido el trato que merecían. Pero también hay un país más pobre, menos imaginativo, que desaprovecha parte de su potencial, que crece con menos impulso.
Dicen los expertos que la economía del siglo XXI estará basada en la tecnología, pero mucho más en el capital humano: en nuestra capacidad para dominar y mejorar esa tecnología. Como puede verse en las cifras que abren este artículo, en nuestro país (y, desgraciadamente, este es un problema generalizado, ningún país de la UE ha logrado los objetivos marcados), hay una parte muy importante de ese capital humano que estamos desaprovechando. No es justo. No debemos tolerarlo. Pero es que, además, no podemos permitírnoslo. Espero que este 8 de marzo sea un trampolín que nos impulse: sí, algo hemos avanzado, pero queda muchísimo trabajo por hacer.