La nueva revolución industrial, que llamamos Industria 4.0, está aquí para quedarse. Busca transformar la manera en la que trabajan las organizaciones empresariales con la idea de mejorar nuestras vidas como consumidores, clientes y trabajadores.
Las posibilidades que se nos presentan son demasiado buenas como para que pasen desapercibidas. Se trata de avances como la inteligencia artificial, la robótica o el internet de las cosas, tecnologías pueden conectarse entre sí con el potencial que ello conlleva.
Klaus Schwab, uno de los fundadores del Foro Económico Mundial y autor del libro La cuarta revolución industrial, lleva años explicando las enormes posibilidades que tenemos ante nosotros. Es difícil no sentirse arrastrado por su entusiasmo ante una revolución que, asegura, “está progresando a un ritmo exponencial”.
Como en todos los grandes cambios, las dificultades son importantes. Schwab explica cómo en el ámbito empresarial, por ejemplo, la adaptación no será sencilla. Tenemos que resolver problemas como la seguridad y el control en el manejo de unos datos que ya no están encerrados en un servidor, sino que se desplazan por sistemas interconectados entre sí.
Todos pensamos en lo que esta revolución supone en el ámbito laboral, y es que la forma de trabajar está cambiando. La idea es que todas las partes de una organización estén integradas en un mismo plan, que maximice y aproveche las capacidades de todos sus colaboradores y, aunque pueda parecer contradictorio, que esta mayor cohesión sea compatible con una mayor flexibilidad, una disposición contínua al aprendizaje y una mayor capacidad de reacción ante las novedades.
En este contexto, la sociedad, y también las empresas, están obligadas a ofrecer alternativas a aquellas personas que se encuentren en los sectores más afectados por la disrupción tecnológica.
Dice Deloitte, en este artículo sobre las nuevas “fábricas inteligentes”, que estas plantas deben estar conectadas y optimizar sus procesos. También tienen que ser transparentes hacia dentro y hacia afuera, proactivas en la resolución de problemas y ágiles para enfrentarse a un entorno siempre cambiante.
En este sentido, el sistema educativo también tendrá que adaptarse, en todos los niveles, para hacer frente a unas innovaciones de enorme magnitud que ya están ahí y que evolucionan a una velocidad de vértigo. Ya hay algún ejemplo en este sentido: la cátedra ‘Industria Conectada’ de la Universidad Pontificia d Comillas ICAI-ICADE, de la que Enagás es empresa patrona, es pionera en este ámbito y tiene como objetivo formar a los nuevos perfiles profesionales que demanda esta cuarta revolución industrial.
Aseguran los expertos que la clave para tener éxito en esta revolución reside en estar abiertos al cambio y no pensar tanto en el resultado final sino en las mejoras incrementales que se van obteniendo por el camino. Como en las buenas películas de ciencia-ficción, que en ocasiones han inspirado a los técnicos que ahora desarrollan estas nuevas tecnologías, la ilusión por los beneficios que se intuyen tras estos cambios supera, con mucho, a los miedos por los retos que se presentan ante nosotros.
El desafío es enorme, pero también las oportunidades que ofrece la integración de los mundos físico y digital son fascinantes. Las empresas serán más eficientes y, por lo tanto, también serán más sostenibles en un modelo de negocio nuevo, con infinidad de posibilidades.