A lo largo de mi carrera he sido testigo de diversas revoluciones tecnológicas. Y he observado cómo, cuando a la valentía de las ideas disruptivas se le suman las fortalezas y el expertise que otorga el largo recorrido, esas transformaciones han demostrado ser imparables.
Este es el caso de la transición energética en la que estamos inmersos. Europa es líder mundial en proyectos de hidrógeno renovable, con una inversión prevista hasta 2030 en toda la cadena de valor de entre 320.000 y 460.000 millones de euros, según datos de la Comisión Europea. ¿Quién va a poder acometer estos proyectos, muy desafiantes tecnológicamente y que requieren de enormes inversiones?
Hace unas semanas leía en prensa las conclusiones del informe Contexto laboral del hidrógeno verde 2023 de la consultora Worldwide Recruitment Energy, que señala que el sector donde se espera captar más profesionales para el mercado del hidrógeno renovable, con casi un 40%, es el de Oil & Gas. También el Foro Económico Mundial, en su pertinente Future of Jobs Report, cita al sector del gas como uno de los que ya disponen de las habilidades necesarias para la transición verde.
Este es un tema que, en términos de ESG, está ganando interés frente otras cuestiones: ¿tenemos las compañías energéticas consolidadas como Enagás las nuevas capacidades y el talento necesarios para abordar con éxito la transición energética? ¿Disponemos de los perfiles necesarios para los futuros empleos verdes?
Si cada vez más el valor de una compañía se mide por su capital humano, las empresas energéticas “tradicionales” tenemos mucho que ofrecerle a la nueva economía descarbonizada: conocemos en profundidad el sector, tenemos una larga y probada trayectoria desarrollando con éxito grandes proyectos, nuestro compromiso y rendición de cuentas en sostenibilidad viene de lejos, contamos con el músculo inversor necesario y, muy especialmente, con profesionales con un nivel de conocimiento técnico y experiencia verdaderamente extraordinarios.
Un facilitador imprescindible de la transición energética serán las infraestructuras, que harán posible, por ejemplo, transportar un vector renovable y autóctono como el hidrógeno verde a través de Europa. El savoir faire que hemos atesorado en Enagás durante 50 años construyendo y operando la red gasista española es un activo valiosísimo y una garantía ahora que vamos a desarrollar infraestructuras de hidrógeno con la envergadura técnica de proyectos como el H2med.
Cuando me incorporé a la Presidencia de Enagás uno de los grandes hitos que sacamos adelante era, también, una infraestructura submarina: el gasoducto Península-Baleares, de 268 kilómetros y puesto en marcha con éxito en 2009. Este tipo de obras requieren una experiencia y un conocimiento que va a ser muy preciado para hacer posible la transición energética.
La descarbonización ya está proporcionando las oportunidades laborales del futuro y, en esa transformación surgirán nuevos empleos y otros se redefinirán. Como defendí en un post anterior, es fundamental que las empresas abordemos como una prioridad la capacitación y el reciclaje profesional de los trabajadores. Así, cuando hablamos de green skills nos referimos a las habilidades técnicas y de ingeniería propias de las energías limpias, y también a otras muy diversas, como la consultoría de sostenibilidad, la gestión de permisos y licencias ambientales, la eficiencia energética o el derecho medioambiental.
Las organizaciones que más y mejor ayuden a sus profesionales a adquirir rápidamente nuevas competencias verdes van a ser las que lideren la transición energética, demostrando su compromiso con que esta sea una transición justa y sin dejar a nadie atrás.
Las grandes empresas energéticas aportamos a este desafío nuestras fortalezas y veteranía y, cada vez en mayor medida, nuestra capacidad de innovación, tanto interna como aliándonos con otros actores disruptivos de la cadena de valor: startups, centros tecnológicos, etc. Se trata de sumar fuerzas para alcanzar, lo antes posible, un modelo energético más sostenible. Como le escribió Isaac Newton a Robert Hooke en 1676: «Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes». Todos juntos, mano a mano, lo lograremos.