“El 75% de las empresas reconoce tener dificultades para incorporar el talento que requiere”. Es más, “el 78% de las compañías encuestadas considera la falta de talento uno de los principales riesgos para la sostenibilidad del negocio”.
Estas son dos de las conclusiones del Informe ‘Caminos que convergen: jóvenes y empresas ante el reto del talento’, elaborado por KPMG y la Fundación Princesa de Girona, en el que desde Enagás hemos colaborado junto con la Fundación Universitaria San Pablo CEU, y que tuvimos el honor de presentar a la Princesa Leonor y a la Infanta Sofía en el marco de los premios Princesa de Girona 2023.
El informe pone en común la opinión de más de cien compañías y de más de cien jóvenes acerca de los desafíos que afronta el talento. Y aporta muchos otros datos contundentes, y en algunos casos preocupantes, como cuando nos recuerda que, en España, cerca de un 29% de los menores de 25 años que quiere trabajar no consigue un empleo.
La paradoja de que las empresas no logren encontrar los perfiles que necesitan y, a la vez, los jóvenes tengan dificultades para acceder a un trabajo apunta a la necesidad de adecuar la educación y la capacitación a lo que requiere el mercado laboral. Un reto que no es exclusivo de España: la Unión Europea ha elegido 2023 como el Año Europeo de las Capacidades (skills), con un enfoque muy claro en estar bien preparados para la doble transición ecológica y digital. Esto es muy evidente en el sector energético, que se encuentra en un estado de transformación total ante la descarbonización. La Comisión Europea calcula que cumplir los objetivos del plan REPowerEU requerirá la creación de más de 3,5 millones de empleos para 2030.
¿Cómo aprovechar esa oportunidad? ¿De qué forma podemos reducir la brecha entre las capacidades que se adquieren en el sistema educativo y aquellas que demanda el mundo empresarial?
Hace unas semanas, en una charla sobre educación en nuestro país, el historiador y escritor Yuval Noah Harari sostuvo que “enseñar a los jóvenes un conjunto de aptitudes muy específicas es una pésima idea” y “muy arriesgado”, puesto que todo cambia ahora a tal velocidad que ya apenas podemos predecir cuáles serán las habilidades clave en la próxima década.
Si bien estoy convencido de que en el futuro va a seguir siendo necesario combinar perfiles con una visión transversal con otros más especialistas y técnicos, coincido plenamente con Harari cuando señala que “hay que inculcar la importancia de seguir formándose y adaptándose a los cambios a lo largo de la vida”. Es decir, cuenta la aptitud, pero gana mucho peso la actitud: la predisposición a aprender pasa a ser algo imprescindible en cualquier profesional.
Aplica a todos: jóvenes o seniors, recién llegados a la compañía o tras toda una vida en ella, el aprendizaje continuo, eso que llaman lifelong learning, será cada vez más crucial a lo largo de toda nuestra carrera. De ahí, y este es otro dato que da el informe impulsado por la Fundación Princesa de Girona, que el 71% de las compañías de mayor tamaño estemos inmersas en procesos de upskilling —para optimizar el desempeño— y reskilling —para reciclar habilidades— con el objetivo de facilitar a las personas su adaptación a un entorno sumamente cambiante y exigente.
Por ejemplo, ante la revolución digital que estamos viviendo, algunas compañías estamos explorando y formando a los equipos en inteligencia artificial. De forma responsable y segura. Y teniendo muy claro que seguirá siendo esencial contar con profesionales formados y capaces de tomar las mejores decisiones, especialmente en los momentos críticos.
En 1940, Charles Chaplin señalaba en el célebre discurso final de El Gran Dictador que «más que máquinas, necesitamos humanidad». Hoy sabemos que ambas pueden y deben ir de la mano. Necesitamos a las máquinas, pero en este contexto de inteligencia artificial y profundas transformaciones, las personas son más importantes que nunca.