¿Sabían que a partir de los desechos de la destilación de un whisky escocés se puede generar un combustible 100% sostenible para alimentar una flota de camiones? Esta innovadora iniciativa de Glenfiddich, que leí hace unas semanas en la prensa, es solo un ejemplo de por qué el biogás —en este caso purificado, es decir, biometano— es una alternativa para convertir los residuos en un recurso valioso y aprovechable. Y por tanto, la energía renovable que más puede contribuir al desarrollo de la economía circular, que es uno de los pilares del Pacto Verde Europeo y de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética española.
Menos conocido que el hidrógeno verde —hay que tener en cuenta que su alcance depende de las existencias de los residuos orgánicos necesarios para producirlo— el biogás es un gas renovable que aporta un valor diferencial, clave para avanzar hacia una economía sostenible: permite que territorios e industrias produzcan una energía local, almacenable y limpia, con un impacto positivo en el desarrollo y el empleo de las zonas rurales y más despobladas, facilitando una transición justa.
El biogás tiene además un enorme potencial para la descarbonización: en España, alcanzar el objetivo de casi cuadruplicar la producción de biogás en 2030 permitirá reducir 2,1 millones de toneladas de CO2 equivalente al año, según la Hoja de Ruta del Biogás propuesta por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico el pasado mes de julio.
Este documento, actualmente en consulta pública hasta el 15 de septiembre, es un paso significativo para impulsar las grandes oportunidades de crecimiento que tiene el biogás en España y para que deje de ser un recurso energético infrautilizado en nuestro país.
Hay cerca de 19.000 plantas de biogás en Europa, más de 10.000 están en Alemania, y en España contamos con unas 200. Si hablamos de biometano, países vecinos como Alemania y Francia cuentan con cientos de plantas conectadas a sus redes de gas, mientras que en España solo una está conectada a la red de transporte, la de Valdemingómez, de iniciativa pública.
En estos momentos, en Enagás estamos impulsando la primera iniciativa privada de conexión de biometano a la red de transporte de gas española en el municipio de La Galera (Tarragona).Y una buena señal es que hay nuevas solicitudes de conexión. Para facilitar este proceso, hemos puesto en marcha una solución tecnológica eficiente y modular, Green Link, que ha hecho posible que nuestra red de gasoductos de alta presión esté técnicamente preparada para asumir que estas peticiones aumenten exponencialmente, ya sean de biometano o de otros gases renovables.
La transformación en biometano y su inyección en los gasoductos de alta presión es uno de los destinos del biogás que define la Hoja de Ruta, que contempla que en 2030 el 1% del gas que circule por la red gasista sea biometano. Contar por fin con un primer objetivo cuantitativo en el horizonte es un avance muy positivo.
Incrementar la penetración del biometano en la red supondrá reducir la huella de carbono del gas natural y hacerlo cada vez más verde, al mezclarlo con un gas con las mismas características y ventajas y, además, 100% renovable, utilizando y aprovechando las infraestructuras gasistas ya existentes. Es decir, descarbonizar con la mayor eficiencia, tal y como pide la Comisión Europea.
Por tanto, junto a la mayor penetración de renovables, y como complemento indispensable a la creciente electrificación, el biogás/biometano se posiciona como una energía con un papel importante para alcanzar el objetivo europeo y español de conseguir una economía neutral en carbono en 2050. Estamos ante la oportunidad de darle el impulso necesario para hacerlo posible.