Hace un mes que la crisis del coronavirus cambió radicalmente nuestro modo de vida. Confinados en nuestras casas por las necesarias medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia, y sobrecogidos ante una tragedia humana con casi dos millones y medio de infectados y más de 160.000 fallecidos en el mundo, nos preguntamos cuándo y de qué manera podremos volver a algo parecido a la normalidad que conocíamos.
Con un origen sanitario muy distinto al de la crisis de 2008, la crisis del Covid-19 puede llegar a suponer un shock económico y social de similar magnitud. Por eso es fundamental que, en paralelo a la contención de la enfermedad, nos enfoquemos en la recuperación. De cómo sean los planes de recuperación y reactivación de la economía, saldrá una sociedad u otra. Entre las lecciones a aprender, una debería conducirnos a mejores análisis de los riesgos y amenazas, y a que estos guíen las prioridades políticas y presupuestarias tanto del sector público como de las empresas. Con un objetivo: construir economías y sociedades más resilientes para afrontar los desafíos futuros de toda índole.
Desde una perspectiva europea, tres ejes pueden contribuir, a mi juicio, a esa mayor resiliencia: el primero es reforzar el multilateralismo, clave para hacer frente a un problema mundial como es el Covid-19, y también la solidaridad europea. Europa no tiene competencias en sanidad pero tiene que proteger a sus ciudadanos y demostrarles que es capaz de estar a la altura y dar respuesta a una crisis sin precedentes como esta, no es momento para los “sálvese quien pueda”. La Unión sabe que se juega su credibilidad y, por ello, por fin se ha conseguido un primer paso: desbloquear un paquete de emergencia de más de medio billón de euros y pactar un fondo para la recuperación económica, este último gracias al empuje de Francia y España.
Un segundo eje para la recuperación es la política industrial europea. Hace un mes la Comisión presentó una nueva estrategia industrial para una Europa ecológica, digital y competitiva, celebrada por España y otros miembros, pues en industria no podemos quedarnos atrás. El Covid-19 ha evidenciado el papel esencial de muchas industrias, del mismo modo que sucede con el suministro energético, que continúan proporcionando productos vitales para la sociedad en estos momentos. Y también la necesidad de replantearse la dependencia de terceros de las cadenas de suministro europeas, pues sectores que no se han visto obligados a parar por orden del Gobierno terminan haciéndolo por un problema de falta de suministro de sus proveedores. Es necesaria una estrategia transfronteriza, holística y transversal de relocalización de activos productivos.
Y por último, un tercer eje es seguir impulsando la descarbonización, de forma realista, con prioridades claras y sin olvidarse nunca de la seguridad energética, en la que como se está poniendo de manifiesto en esta crisis, el gas natural sigue teniendo un papel fundamental. Dar la espalda a la emergencia climática no es una opción de respuesta a la crisis del coronavirus. Al contrario, la correlación entre la contaminación atmosférica y una mayor letalidad del coronavirus, que ha mostrado una investigación de la Universidad de Harvard, nos recuerda que la transición ecológica es también un tema de salud pública. El liderazgo climático de la UE será una de las bases para salir de esta crisis siendo más resilientes y más sostenibles.
Creo que estos tres ejes pueden contribuir a un “build back better” o reconstruir mejor y permitirnos salir reforzados de esta crisis para afrontar con fuerza el futuro y, lo más importante, sin dejar a nadie atrás.
Este artículo fue publicado originalmente en ABC y otras cabeceras del Grupo Vocento el 18 de abril de 2020.